CAMPEONATO BRASILEÑO DE TRIATLON

CAMPEONATO BRASILEÑO DE TRIATLON

CAMPEONATO BRASILEÑO DE TRIATLON

¿Quién dijo que era frío el Atlántico? Dejamos atrás la primera de las cuatro boyas de circuito de 1.500 metros. Wesley Matos se escapa de salida y nada unos 15 segundos delante. Me sitúo segundo del grupo tras Guto Sorbo. Agradezco la ayuda de su estela. Los primeros 400 metros desde la salida puntual a las 07:30 había seguido un camino anárquico por el lado izquierdo.

Segunda boya. Giramos a la izquierda. Sigo a los pies de Sorbo. No sufro en exceso pero tampoco consigo relajarme. Me concentro en seguir su espuma e imprimo más fuerza en la primera parte de la brazada. Por dos veces me giro para ver si el ritmo es suficiente para romper el grupo, idea que descarto tras ver brazos y más brazos en nuestra estela.

Así alcanzamos la paradisíaca arena de João Pessoa. Dejamos el calor del Atlántico por más calor ahí fuera. Menos mal que había llegado el miércoles con mi amigo Rafael buscando adaptarme a la temperatura y humedad elevadas de la ciudad que ve cada día los primeros rayos de Sol del continente americano.
Pedalamos. El tradicional ritmo frenético de los primeros kilómetros se queda esta vez en pocos metros. Ningún favorito ha perdido contacto en la natación y esto desincetiva el trabajo duro sobre las dos ruedas para abrir diferencias. Pero el circuito es entretenido y mismo sin ritmo, hay tiempo para la tensión. Eduarlo Lass ataca en la dura y corta subida del recorrido. Curvas, rotondas y circuito estrecho son las especias que aportan el sabor a este plato de triatlon nordestino. El picante aparece en la segunda vuelta: corredores doblados por la izquierda, derecha y centro. Manos abajo para agarrar con fuerza y decisión el manillar.

Ataco en la segunda subida. De pié, bailando sobre la bici. No pretendo escaparme, si acaso buscar alguna debilidad en el grupo. Y mostrar que estoy fuerte y confiante, que este año entreno al 100% y no me voy a quedar del grupo. Messias y Lass remachan mi ataque al final de la subida. Acuso el esfuerzo y no puedo acompañarles. Me pasan otros dos atletas, busco mi ritmo. Un par de doblados me cierran en la siguiente curva. Queiroga ataca por el otro lado y se forma un grupo delantero. Si antes digo que no voy a quedar...
Voy unos 20 metros retrasado. Me acoplo. Me exprimo hasta que estabilizo la diferencia. Bien, pienso, ahora solo hay que cerrar ese hueco. Más fuerza. Empiezo a recortar. No pierdo la confianza. Es el minuto más largo de la prueba, pero finalmente vuelvo a la estela del grupo. Uf, primer match ball salvado. Aprendo cuatro cosas: no hagas demostraciones innecesarias, circula siempre en las primeras posiciones del grupo, estate muy atento a los doblados y confía, tienes fuerza Antón. Los 40 kms discurren sobre la misma pauta: ritmo cómodo con toques picantes. Circulo con mi lección aprendida.

Segunda transición. Gorra blanca para esconderme un mínimo del Sol y muchas fuerzas psicológicas para sufrir en este calor. Salgo rápido hasta juntarme con Messias, Queiroga y Vinuto en cabeza. La velocidad es buena y Vinuto decide buscar su ritmo. Cuando Messias afloja lo supero y animo para seguir dando velocidad a esta aventura. Los dos nos relevamos desde los primeros 500 metros de carrera a pié. Queiroga sigue como invitado de lujo. Sigo dando velocidad en cada relevo. Confiante. Finalizando la primera de las cuatro vueltas, dejamos de escuchar los pasos de Queiroga. Ya solo somos dos.

El relevo de Messias en el km 3 es fuerte, sostenido. Me muestra su fortaleza y dudo. Es el campeón del mundo junior y reciente décimo en la Copa del Mundo de Australia. No sé si podré ganarle. Pero no te despegues, Antón. Sigue con él y garantiza al menos el subcampeonato. En cuando baja un poco el ritmo, lo paso. Tengo que mostrarme sólido, no importa que por dentro esté muriendo.
Km 4, km 5. Seguimos pegados, relevándonos en cabeza. Pero su ritmo cae mucho. Tanto que temo ser alcanzado por detrás. Vamos, lo animo y aumento la velocidad cuando me toca tirar. En su turno sigue cayendo el ritmo. No sé si está sufriendo o si quiere jugar y dejar que me desgaste, pero sigo a lo mío. Cabeza fría aunque la temperatura es más propia del infierno. Pasan los kms. Me siento con fuerzas. Me tiro por encima todo el agua que puedo coger en cada avituallamiento. Sé que tengo gas para un ataque. Uno solo, pero de verdad.
Ataco en el km 8. Con todo, visualizando una serie de 500 metros entrenando. No me importan esos 1.500 metros restantes. Y lo consigo. Dejo de oír pasos tras de mí. Ya no existe calor ni cansancio. La adrenalina me hace volar. -"Otros 500 metros, no cedas"-. No sé si Messias está cerca o ha desistido. Y no voy a mirar atrás para saberlo. Vamos.

Último retorno. Me cruzo con él y así veo que ha desistido. Pero no me confío. -"Sigue mostrando fortaleza, Antón"-. Casi sin disfrutarlo, casi sin tiempo a asimilarlo, veo la línea de meta y por primera vez aparece en mi cabeza: ¡Soy Campeón Brasileño de Triatlon! Un pequeño escalofrío recorre mi cuerpo absolutamente sudado. Messias (2º) y Queiroga (3º) completan el podio. Sé que faltaba gente, sé que solo es el comienzo de un largo, duro e ilusionante camino, pero en dos pruebas en 2016 soy campeón brasileño y sudamericano de triatlon. Esto no se para. #Lume

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