SUPERVIVENCIA EN FRASER ISLAND

SUPERVIVENCIA EN FRASER ISLAND

SUPERVIVENCIA EN FRASER ISLAND

 

La marea inusualmente alta del Mar de Coral dificulta y mucho el trabajo del ferry. Tras tres intentos fallidos viajamos en su interior. Camino a la aventura.
 
Tocamos tierra y nos llevamos la primera sorpresa; de la arena surge una frondosa vegetación tropical que domina la isla. Vegetación que sólo se ve rasgada en los escasos y peligrosos caminos que recorren Fraser. Juan, nuestro Sebastian Loeb responsable, asume los mandos del Land Cruiser.
 
Bache, raiz o terraplén transportan los recuerdos hacia nuestras infancias en la Alameda compostelana en fiestas. Estamos en la atracción del Saltamontes: "un meneíto, y otro meneíto". Asi, botando en los adentros del 4x4, admiramos la frondosa vegetación y las escasas señales de civilización que perturban la isla.
 
Antes de comer paramos en un lago de postal. El lake Mckenzie muestra toda su belleza esperando a ser retratado. Recomendado por su agradable temperatura, Patxín y yo iniciamos un paseo a nado. Al rato divisamos algo que incomoda la tranquilidad de sus aguas cristalinas. Nos sumergimos y descubrimos dos pequeñas tortugas nadando relajadas. Buceamos a su lado encantados, y hasta conseguimos acariciar alguna. Tortugas y más tortugas deleitan nuestro paseo.
 
Aun impresionados abandonamos el lago para ponernos a cocinar. Tenemos invitado. A nuestro lado, como una más, se mueve despacio una iguana que nos regala su presencia de más de un metro de largo. Comemos con su compañía bajo la mesa de madera.
 
Y tanto disfrutar hace que nos despistemos con el horario. Está anocheciendo y tenemos poco tiempo para montar las tiendas y cocinar antes de que se vaya el Sol. Abrimos la puerta del coche y hay algo que aun nos meterá más prisa. Mosquitos. Cientos de mosquitos nos ametrallan a cada instante. ¡Es ahora cuando recordamos que no tenemos repelente! La oscuridad esconde su tarea. A la mañana siguiente apreciaremos nuestros cuerpos con collages de cientos de picaduras.
 
Algo más hace memorable la aventura. La llegada de la noche nos obliga a cenar una carne a medio hacer, cuando empieza una fuerte tormenta. Copiosa lluvia. Mojados entramos en las tiendas y empapados estaremos en breves momentos. Las goteras de la tienda. los cuerpos escocidos de los mosquitos y la dureza del terrenos hacen complicado conciliar el sueño.
 
¿Qué bonitos recuerdos ahora que regresamos a la civilización! Después de tres días volvemos a encontrarnos con las habituales facilidades. Una ducha y subimos a nuestro Falcon para regresar a Brisbane. Antes nos permitimos una parada en el "Mónaco" aussie y una de las cunas de nuestro deporte. Noosa se presenta ante nosotros como una elegante y apetecible ciudad de vacaciones.
 
Durante sólo media noche nuestro cuerpo puede volver a sentir el placer de una cama. Tanto disfrutamos que tarde abandonamos el albergue y tarde llegamos al aeropuerto. Los benditos escasos controles aeroportuarios facilitan que no perdamos el vuelo de regreso al principio de todo. Sydney nos espera; esta vez para despedirnos y deleitarnos en nuestras últimas horas en el Down Under.
 
Antón Ruanova

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