MÁS AVENTURAS EN EL CAÑÓN DEL ORANGE

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Como afirman en los famosos anuncios de la tarjeta, despertarse en plena naturaleza cuando el sol ilumina tu cara, no tiene precio. Son las 5:00, o quizás un poco más tarde, ni lo quiero saber, pero es imposible levantarse sin una sonrisa. El descanso fue bueno, todo lo bueno que puede ser cuando lo haces directamente sobre el suelo. Cada vez que el cuerpo te desvela para cambiar la postura, vuelves a divisar el cielo estrellado, vuelves a sentirte privilegiado, vuelves a dormir con la inocencia de un bebé.
A veces una foto habla más que mil palabras. Tras dar un pequeño paseo por el inhóspito valle, cojo la cámara para inmortalizar los primeros rayos de luz dando vida a este paraje especial. Al otro lado del río, como queriendo dar los buenos días, un grupo de monos babuínos danzan ante nuestro deleite. Vivir aquí... ¡vaya valientes! Durante los cuatro días, fueron los únicos animales que se nos aparecieron, además de un grupo de cabras y ovejas con un pastor. -"¿Pero qué comen aquí, piedras? Porque otra cosa no hay"- Bromeábamos entre nosotros. Hay más animales que viven aquí, pero por suerte no nos tuvimos que encontrar con ellos. Varios tipos de escorpiones, que tras el letargo del duro invierno, en esta época están sobreexcitados en búsqueda de comida. Y varios tipos de serpientes, entre ellas la que consideran la segunda más mortal del mundo. Una picadura significa la muerte segura. Al no existir cobertura telefónica, la única posibilidad de rescate es palear hasta completar 70km hasta llegar a la civilización.

Seguimos nuestro camino. El ritmo tranquilo de la expedición nos permite nadar en varios tramos del río. Sus templadas aguas convierten en delicia poder dar unas brazadas. A la vez que uno rebaja la temperatura, pues el sol calienta con extrema fuerza desde que sale, uno puede entrenar en una de las "piscinas" más paradisíacas del mundo.
En otros lugares, los rápidos prueban nuestra pericia sobre la canoa. El más peligroso es una zona estrecha donde las rocas forman dos paredes perfectas para que el río circule en un canal de no más de 20m de ancho. Muy estrecho. La fuerza del agua aquí es impresionante, y algunas rocas en el inicio provocan muchos vuelcos de las canoas. Richard y yo agarramos fuerte los remos. El rápido anterior nos descoloca un poco, pero lo vamos a superar. Entramos, tras las indicaciones de los guías, por el lado izquierdo. Así esquivamos las peligrosas rocas del otro lado. Nada más superarlas hay que girar fuerte hacia la derecha. -"Vamos, yo freno de mi lado, palea con fuerza por la derecha Richard"- Demasiado tarde. La corriente del agua nos empuja contra varias rocas. Nos entran litros y litros de agua,... pero conseguimos mantener el equilibrio. Con la tensión y el disfrute, nos dejamos llevar por la zona tranquila hasta el final del canal. -"¡Vaya flipe! Yo quiero nadar aquí"-
Corro por las rocas para ver al resto de compañeros. Varios no tienen tanta suerte y terminan flotando en la corriente con su barco volcado. Los guías se multiplican para socorrer a los que deambulan corriente abajo. En un momento, todos los guías están ocupados. Uno ha terminado con un barco al otro lado del canal. Sin remos, y con la embarcación llena de agua, no puede cruzar. Me lo pienso... poco, y voy a ayudarle. Entre los dos conseguimos llevar el barco a zona segura. -"¡Vaya subidón!"- La sensación de fuerza del agua arrastrándote con la corriente cuanto te tiras, es una droga. Con los brazos como timón, nos dirigimos para ayudar a los compañeros o a los barcos que se escapan llenos de agua. Es tocar las rocas de la zona segura, y correr hasta volver al inicio del rápido para volver a sentir ese poder del agua mientras ayudamos a alguien.

El sol va bajando. Incluso al que escribe, que se declara adepto a él y al calor extremo, le parece una buena idea. Muchas horas estamos a más de 40ºC, y hasta que no se esconda no bajaremos de treinta y muchos. Es tiempo de cenar, de volver a contar historias al lado del fuego en plena oscuridad. Eso sí, hoy la tienda se queda en el barco. Acomodamos la arena de manera que hasta nos hacemos una pequeña alhomada. Hoy han bajado las temperaturas de manera brusca con la oscuridad. Un par de capas de ropa son más que suficientes. Volvemos a mirar a las estrellas antes de cerrar los ojos. Mañana tenemos por delante otra aventura en el desierto de Namibia.

1 comentarios:

juanzinho dijo...

Vaia historias amigo! Que envexa sana! Disfruta cada minuto! Unha aperta moi grande

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