LARACHE ITU SPRINT AFRICAN CUP

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Atentos, la salida siempre es para pillos en Larache. Esta vez no me cogen desprevenido. En cuanto suena la bocina, más bien un segundo antes, ya estoy nadando con todas mis fuerzas. Tantas que me desoriento. Trazo una discutible trayectoria que me hace chocar con varios neoprenos. En esa lucha pierdo fuelle, segundos y aire. Me cuesta respirar. Lucho por mantenerme a flote más que por avanzar.

Paso la primera boya en mala posición. No pierdo la calma. Me abro hacia la derecha y marco mi ritmo. La corriente en contra pone a cada uno en su sitio. Comienzo a remontar, sin llegar a sentirme nunca cómodo. Será el agua fría, serán los golpes del inicio,... Última boya. Estamos cerca de las escaleras que nos conducen a tierra.

Corro hacia la MASSI en torno a la décima posición. Solventado el primer "match ball", pienso. Neopreno fuera, casco abrochado. Paso la línea de montaje y salto con ganas sobre la bicicleta. Cuando meto el pié en las zapatillas tengo sorpresa. Desagradable. Un tirón en mi isquio izquierdo me deja inmóvil unos eternos segundos. Intento estirar, en vano. Cuando trato de pedalear tengo suerte. Pero mala. El dolor se hace insoportable y me tiro al suelo para estirar. Otros segundos eternos. Al tiempo que me alivio, el tren de carrera pasa por delante de mí sin que pueda siquiera verlo.

Me vuelvo a montar. Con rabia. Pedaleo buscando progresar. A unos metros de mí un grupo de 6 triatletas que consigo atrapar con mucho esfuerzo. Me siento con fuerza. No pienso más allá de estos 20 kms sobre las dos ruedas. Trabajo con entusiasmo. En la tercera vuelta nos cantan cuarenta segundos de desventaja. Solo un espejismo. Los treinta hombres que circulan en el primer grupo están solo descansando.

1´20". Es la desventaja con la que empezamos a correr. Me obligo a hacer una buena T2. Corro tras el mexicano González. Mis escasas fuerzas y mi escasa ambición por luchar viéndome tan lejos de la carrera, no me dejan sufrir demasiado. Pierdo de vista a González, igual que luego me pasará con los otros compañeros de grupo. Un lado de mi cerebro quiere apretar y "sufrir matando"; el otro solo quiere terminar esta horrible carrera y pensar más allá.

Sin pena ni gloria, entro en meta en 29ª posición. La misma meta, en la misma plaza abarrotada de gente que vio mi segundo puesto el pasado año. Nadie dijo que iba a ser fácil. Este deporte premia a las hormiguitas que trabajan. En silencio. Sin descanso. 

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