GRAND PRIX FINAL NIZA

GRAND PRIX FINAL NIZA

GRAND PRIX FINAL NIZA

Cote d´Azur. Niza. Nos acabamos de tirar al Mediterráneo. Compitiendo uno ni se entera de esas enormes piedras sobre las que tuvimos que correr antes de entrar en el agua. ¡Con lo que dolía hacerlo simplemente andando durante el calentamiento! Cojo el rebufo de mi compañero Brukhankov. Me siento poderoso sobre el agua. De repente veo que se está escorando hacia la derecha. Instantes de duda con el corazón latiendo a 180 batidos por minuto. ¿Qué hago? ¿A donde voy?

Sigo mi camino. Solo. Me intento escorar hacia la izquierda buscando la protección de algún nadador. A todo esto, sigo empujando tan fuerte como puedo. Llegando a la boya reconozco a Jonathan Brownlee nadando a mi lado. Agarrones, golpes. Pierdo mis referencias. Y varios puestos al quedarme encerrado. La vuelta a la orilla, con las olas a favor, se me pasa volando. Consigo divisar que hay una pequeña escapada delante. Yo voy bien colocado dentro de una marea de gorros multicolor (cada equipo tiene su propio color distintivo) Tocamos las piedras, ni rastro de arena que amortigüe las zancadas. Siempre agónica transición. Casco en su sitio. Salto sobre la bicicleta. Aprovecho los escasos 50m antes del giro de 180º  para abrochar las dos zapatillas mientras hago equilibrios tocándome con otros ciclistas. Primer latigazo a la salida de la curva. Solventado. La carretera es un continuo cúmulo de baches que ante la elevadísima velocidad que llevamos nos mece cual bebé en su cuna. El único bidón que tengo se pierde en uno de estos saltos. Sabor a salitre para el resto de la prueba.

Siguiente giro. Zona de baches otra vez. A casi  60km/h parece incluso peor que el pavé. Vuelvo a agarrar fuerte el manillar para nos salir despedido. Ahora es la cadena la que salta de su posición. F..k! Pierdo muchas posiciones en el grupo, pero me restablezco tras un buen calentón. Hay que progresar. Las piernas queman. Mucho. ¡Vamos! Hay toques, quiebros, gritos,... Tensión. Lejos de asustarme, pongo reafirmo el modo competitivo y disfruto de la batalla. Se acerca la T2.

Mejoro mis prestaciones, aunque me bajo en torno a la mitad del grupo. -"¿Qué hace Tutukin?"- 
-"These are my shoes!"- 
-"Not, are mine"-
-"What the hell... are mine. Give them to me!"-
Finalmente mi compañero entra en razón. Hemos perdido unos 10 segundos preciosos. Salgo a correr pensando en volar. Rápido gano varias posiciones. Justus, una buena rueda. Cierro los ojos y me pego a su espalda. No he completado ni 500m y ya solo pienso en parar. Ahhggggrrr. Piernas? Pecho? ¡Me duele todo! Respiración fuerte. Suelto brazos, me relajo... diez segundos. O antes, todos los dolores vuelven a visitarme. A lo lejos veo ya a Justus, ese vagón hacia la gloria en el que solo aguanto un kilómetro.

Sigo apretando. Corremos varios triatletas juntos. Pocos segundos significan varias posiciones. Otra carrera más con malas sensaciones. Pero aprendo a remar contracorriente. Últimos 500 metros. Me lanzo en un sprint que me regala un par de posiciones. 38º. Hubo 37 triatletas mejores que yo. Bienvenidos al Grand Prix.

Mientras nos relajamos charlando en post-meta, aguardamos con impaciencia los resultados. Nuestro máximo rival por el podio, Poissy, acaba de hacer un carrerón que lo aúpa al segundo puesto de esta úlitma etapa. Saint Jean de Monts finaliza en la 6ª plaza. ¿Será suficiente? Por un solo punto, por un suspiro, pero aguantamos esa espectacular tercera plaza del podio. Primer podio en la historia del equipo en la general del Grand Prix. Tras una ceremonia que disfrutamos como niños, toca la celebración del equipo en el hotel. Champagne. Risas. Abrazos y besos. Viva la France! Viva el Grand Prix. Viva el St. Jean!

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