Todo fluye. Entrenamos duro, el cronómetro no miente y los resultados acompañan. Acabo de ser 3º en el Campeonato Sudamericano de Triatlon en Uruguay, una medalla que me abre las puertas de la selección nacional de Brasil por primera vez. Motivado y confiado. Hasta que un día empiezo a sentir molestias musculares y de cabeza. Me voy a dormir seguro de que es sólo cansancio y todo desaparecerá tras un buen descanso. Lejos de eso, los dolores empeoran y se ele unen unos escalofríos que, en el calor de Brasilia, sólo pueden significar fiebre. Así viajo a João Pessoa, no en las mejores condiciones para la defensa mi título de campeón de Brasil 2016.
No sé cómo, pero aguanto la natación y una vuelta de bici en el grupo de cabeza. A partir de ahí, uno que es cabezón y optimista por naturaleza, me relajo y decido asumir que algo no está bien en mi organismo. A las décimas de fiebre e inmenso dolor de cabeza se une una falta de fuerzas bien palpable. No sé cómo (ni pensándolo a posteriori para qué) termino la prueba con 2h11min. Incapaz de defender mi título, sólo hice que multiplicar fiebre, dolores y debilidad.
Tras unos días convaleciente en que mi vida se mueve entre la cama y el sofá, la fiebre me abandona y el dolor de cabeza remite en parte. Es la primera vez (de muchas) que me auto-convenzo de que estoy recuperándome. Empiezo a entrenar muy suave. Se acerca el primer gran objetivo del año: mi debut con la verdeamarela en las Copas del Mundo ITU de Madrid y Cagliari. Mis ganas y confianza no pueden derrotar a la realidad (esta vez) y tengo que abandonar los entrenamientos suaves ante mi preocupante falta de fuerzas. El mero hecho de llegar a la piscina, un paseo de quince minutos en bicicleta, se convierte en todo un reto. Nadar 1.000 m suave es una quimera.
Bien, sabemos que es un virus. Y que es más duro de lo que podíamos esperar. Vivir en un país tropical hace que por la cabeza se paseen nombres como dengue, zika, chikungunya... Diez días después, decido ir al médico. Descarta una infección bacteriana y confirma el carácter vírico de la infección. Como ya sabíamos, no existe tratamiento para los virus. Descanso, buena alimentación e hidratación. Aunque no me hablan del ingrediente principal de esta receta, del que no dispongo de mucho en mi cocina: paciencia.
Viajo a Madrid. Fuera de forma pero sobre todo enfermo. Nos cuesta valorar las cosas realmente importantes en esta vida, la salud es desde donde parte cualquier deseo. Me hago una analítica, donde los resultados apenas aportan nada demasiado extraño o concluyente. Mi amigo Zigor, Doctor Montalvo, me acoge y ayuda en esos momentos difíciles. Por primera vez pone en el aire la palabra mononucleosis. Que más tarde se concretará con el resultado de una serología. Gracias Zigor. Descubrir el nombre del virus (Epstein Barr) supone un alivio. 1) Pone fin a la incertidumbre (todos queremos certezas, ¿hay algo peor que no saber?), 2) supone renunciar definitivamente a las Copas del Mundo de Madrid, Calgiari y a las WTS de Hamburgo (no, no es algo fácil ni que desee pero la presión de "tener que participar" en esas carreras era una carga que no me ayudaba a recuperar, más bien todo lo contrario al forzarme a entrenar aun estando sin fuerzas) y 3) a la vez un resultado, es algo palpable que por decirlo así cuantifica esa horrible sensación de estar sin fuerzas ni ganas.
Una vez despojado de objetivos a corto plazo y asumida la realidad, todo es más fácil. Cultivo paciencia, disfruto de la vida tranquila, aprovecho para caminar despacio, leer más, pensar mejor y en definitiva hacer todas esas cosas que se nos escapan en nuestros frenéticos día a día. Quiero agradecer a mi equipo (familia, Jóse, amigos...) todo el cariño y fuerza, así como la bienvenida y apoyo que me proporcionaron mis compañeros de selección (Ortiz, Luísa, Bia, Kaue, Manoel, Danilo) y la gran comprensión y ánimo de los jefes Marco y Rodrigo.
Tras seis semanas, estoy volviendo a entrenar. Despacito y con buena letra parece que el cuerpo empieza a responder. Obviamente estoy más que fuera de forma, pero esa es otra historia. En este cuento he re-aprendido que la salud es lo más importante y es desde ahí donde salen todos nuestros deseos. Si la salud vuelve, la forma llegará ya que la motivación nunca se ha ido. La temporada es aun larga. Para lo bueno y lo malo, el deporte es instantáneo y siempre ofrece nuevas oportunidades ¡Nos vemos en las carreras! #Lume!
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