Odio poner excusas, así que empezaré por ellas para olvidarlas pronto. La salida fue una vergüenza. A los deportistas se nos acribilla a normas, muchas de ellas rozando lo absurdo, por el supuesto bien de nuestro deporte. En busca de una pulcritud más propia de un cómodo despacho que de un áspero terreno de juego deportivo, se nos controla absolutamente todo. Al milímetro nos fijan un línea para montar o desmontar de la bici, una pequeña caja donde encestar nuestro equipamiento. Al milímetro nos controlan los espacios de publicidad en la ropa o la longitud de la cremallera de nuestro mono. El castigo siempre severo: 15 segundos de "stop and go" o incluso descalificación.
A veces tanta normativitis impide controlar cosas realmente relevantes. Ayer un buen puñado de triatletas se adelantaron escandalosamente en la salida. Los honrados, o parvos, quedamos unos segundos quietos esperando una señal de salida falsa que nunca sonó. En el briefing, obligatorio, del día de antes de la prueba nos explican claramente el procedimiento a seguir ante estos casos. ¿Quién se encarga ahora de interponer el "stop and go" o descalificación que merecían los jueces o demás estamentos de la prueba de ayer?
Muchos golpes. Mucha agua tragada. Muchos momentos de tensión. La siempre difícil natación se vuelve odiosa cuando "regalas" segundos al entrar en el agua. Poco a poco consigo calmarme. Encuentro mis huecos. El fuerte oleaje siempre impone caos a este primer segmento. No consigo hacer un buen mapa del desarrollo de la carrera, pero se que estoy cerca de los primeros. Tocando tierra volamos hacia la bicicleta. Neopreno fuera. Gorros y gafas a la caja. Agarro la MASSI, ¡estoy con los mejores!
Por poco tiempo. Este es el error que quería evitar. Esta es la excusa de la que no quería tener que hablar. La goma que aguanta mi zapatilla se rompe antes de tiempo. La zapatilla se revuelca contra el suelo y está a punto de soltarse. Así no salto sobre la bici. La gente que estaba a mi lado hace unos instantes se teletransporta a diez metros más adelante. Solo, con algún tirón muscular por las frías aguas, no puedo ni soñar con enganchar ese grupo de los mejores que sentía mío.
Tras dos km de lucha sin fe, me dejo atrapar por el segundo grupo. Al que más tarde se nos unirá el tercero donde viene mi compañero Brais Canosa. Él y otros cuarenta y tantos, formamos el numeroso grupo que persigue a los 15 escapados. Me concentro solamente en la T2. Otra oportunidad para hacer bien las cosas. Consigo calzar mis NEW BALANCE entorno a la mitad del grupo.
Estampida. Mis piernas no pueden más. Y acabamos de empezar. Se que voy por encima de mi ritmo, pero aun así me sobrepasa gente. Me esfuerzo por unirme a algún grupo que haga un poco más llevadero mi sufrimiento. Mis relucientes SH+ esconden mis ojos por varios momentos cerrados en busca de paz. Por mucho que la intento silenciar, la cabeza sigue pensando en "lo que pudo ser y no fue". Hasta tengo que silenciar demonios en mi interior pidiendo mi retirada. Todo parece ya un esfuerzo en balde.
Sigo. Se que no voy a parar. Los kms pasan. Poco a poco la cabeza se centra solo en correr. Y disfrutar. A partir del km5 me doy cuenta de que estoy corriendo rápido. Mi posición va mejorando sin descanso. Dista mucho de ser la carrera soñada, pero nunca es tarde para disfrutar. En un rápido último kilómetro me deshago de mis compañeros de carrera a pié para ser 18º. Una muy muy disputada Quarteira ITU European Cup. Ramón Ejeda tampoco tuvo su día. Calambres varios escondieron, por el momento, su brutal pico de forma conseguido con infinito trabajo. Por el momento. Yo seguiré buscando la carrera perfecta. La carrera sin mis errores.
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