Respiro. Conseguido. Recupero la calma relativa al volver a nadar a pies. Voy en tercera posición. Dos de los mejores nadadores del circuito ITU, el austriaco Knab y el ruso Pimenov, marcan un fuerte ritmo que confío rompa la carrera. Las pulsaciones empiezan a bajar. Acompaso la respiración. Disfruto sobremanera, soy capaz de relajar tensiones al tiempo que seguimos a un fuerte ritmo.
No todo es color de rosa. El brasileño Fonseca trata de ganar mi posición. El pequeño estanque donde nadamos condiciona este primer segmento: tres vueltas para completar los 750m. La escasa distancia entre boyas es donde el brasileño trata de sobrepasarme. No cedo. Con un par de golpes le enseño que no podrá adelantarme por el interior. Con la lucha estamos a punto de volver a perder la estela del dúo cabecero. Gano la pequeña batalla, sigo cómodamente en la tercera posición.
Tocamos la alfombra azul que nos marca el camino hacia boxes. Escaleras. Largo camino que vuelve a probar nuestro máximo. Encesto las gafas y el gorro en la caja. Casco. -"¡¿Quién ha tocado mi casco?! Esto no estaba así."- Pierdo unos segundos. Salto sobre mi MASSI introduciendo los pies en las zapatillas al vuelo. A tope.
Malditos segundos. Un despiste en una carrera de este nivel suele ser fatal. Veo marchar al quinteto cabecero. Están cerca. Junto con Vicente Hernández y el serbio Stojanovic, luchamos por llegar al vagón de gloria. -"Ahhhggggrrr... ¡qué dolor de patas! Let´s goooo. We have to push now!"- En el giro de 5km desistimos. Nos atrapan quince unidades pasando fuerte al relevo. Ahora somos dieciocho currantes. Ahora sí os vamos a coger. Lo hacemos en el ecuador del ciclismo. ¿Y entonces que? Parón. Sin nadie a quién perseguir, sin nadie de quién escapar... Los últimos kms son un paseo. Calma tensa. La pausa del guerrero. La carrera a pié será la batalla que seleccione a los ocho elegidos para la final.
-"Mierr... ¿Ya estamos en la rotonda? ¡De aquí no queda nada a boxes!"- Un despiste puede ser fatal. Dos son una losa casi insalvable. Mis referencias para luchar por las posiciones delanteras en el grupo me fallan. Cuando me doy cuenta estamos a punto de entrar en boxes. Dejo mi bicicleta en las últimas posiciones del pelotón. Zapatillas dentro. A correr. A volar. Mi globerada solo me deja una opción: salir todo lo rápido que me permitan mis piernas.
Me condeno. 110% durante los primeros tres minutos. Sudo sangre. Las piernas se quejan. El corazón se dispara. Mis pulmones apenas pueden abrazar un oxígeno a todas luces insuficiente. Remonto hasta la décima plaza. Son solo unos segundos. Pero otra vez eternos. -"Estás en una Copa del Mundo globero. Un segundo es un mundo. Una concesión significa estar fuera de juego"- me digo. El ansiado top8 que da el pase a la final se aleja. Creo que para mi cabeza ya estaba alejado tras la fallida lucha para la T2. Y cuando la cabeza no acompaña, un ritmo asequible se convierte en una tortura. Cruzo la meta abatido en 11ª plaza. Hungría, su Copa del Mundo de Tiszaujvaros, me dejan nuevas lecciones marcadas a fuego.
No lo puedo negar. Me encanta este juego. Pronto nuevas oportunidades para seguir creciendo.
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